martes, 26 de mayo de 2009

ENTREVISTA CON OFELIA URIBE DE ACOSTA


Por Anabel Torres

UNA VOZ INSURGENTE

Cumplió 86 años el 22 de diciembre de 1986. Ofelia Uribe de Acosta nació con el siglo y lo ha vivido todo, como pocas personas. Cuando sufre de insomnio lee o escucha uno de los programas radiales de conversación. Y si desea intervenir llama a la emisora. Nacida en Oiba, Santander del sur, “donde todo era prohibido para las mujeres”. Ofelia no permitió que dichas limitaciones la incluyeran. Hoy, hablar con ella es mucho más que hablar con la sombra de los que fuera, como diría cualquier nostálgica canción española. Ofelia exuda vitalidad. Su entusiasmo por la política, así solo limitara en ella hasta mediados de los años sesenta, es inagotable.

A.T.: En Colombia circula la versión, y pocos hacen algo por contradecirla, de que la concesión de los derechos ciudadanos a la mujer no fue precedida de lucha alguna por parte de las interesadas. Es más, cualquier persona que se tome la molestia de documentarse, así no emprenda una investigación exhaustiva, sabe que esto no es cierto. ¿Cuándo empezó la lucha de la mujer por sus derechos en Colombia, y cuando te uniste por primera vez a ella?

O.U.: Curiosamente, Colombia fue el primer país del mundo en otorgarle el voto a la mujer. Ocurrió en Vélez, Santander, en el año de 1853 cuando este se declaro Estado Soberano. Pero la legislación paso desapercibida por las mismas mujeres y murió por inercia en 1980.
Fueron muchas las mujeres que participaron en la lucha por la independencia, aunque solo se destaquen algunos de sus nombres: los de Policarpa Salavarrieta, Manuela Beltrán, Antonia Santos. El libro del señor Canónigo Cayo Leonidas Peñuela, por ejemplo, contiene una lista de mujeres comprometidas con la revolución; el incluye los nombres de 36 que fueron ejecutadas. Y recordemos que aquella lucha por la Independencia fue una batalla por conquistar los derechos civiles.
En este siglo la revolución feminista puede situarse a comienzos de los años 30, con Georgina Fletcher, colombiana de ascendencia inglesa, a la cabeza. Ella logro, acudiendo a la embajada de todos los países y a nuestro propio gobierno, que a Colombia le fuera adjudicada la sede del Congreso Internacional femenino de 1930. Fui delegada del gobernador Celso Rodríguez a dicho evento y presente en él una ponencia sobre los derechos civiles de la mujer.

A.T.: Muchas personas ignorarán que este congreso tuviera lugar en nuestro país y si tuvo o no repercusiones. Tú sitúas el comienzo de un verdadero movimiento feminista a raíz de dicho evento. Cuéntanos en detalle cómo fue.

O.U.: Gobernaba entonces el presidente Olaya Herrera. Al congreso fueron enviadas delegaciones de todos los departamentos de Colombia, además de las delegaciones extranjeras. Aquí hay una anécdota para darte una idea de lo insólito que resultaba para la gente que las mujeres se reunieran en torno a temas nunca antes tratado en público. Yo no sé qué fue lo que la imaginación morbosa de muchos les hizo creer que ocurriría. El Congreso se celebró en el Teatro Colón y la noche en que estaba anunciada mi ponencia, se llenaron las instalaciones. Asistió hasta el parlamento en pleno. Una multitud que se había quedado sin poder entrar por falta de cupo, las puertas del teatro e invadió el recinto. Fue una noche muy especial. Hable del manejo de los bienes propios y de la independencia económica de la mujer.
Cursaba entonces en el Congreso de la República el estudio de la reforma Olaya herrera, sobre el “Régimen de las capitulaciones matrimoniales”, solicitado a Olaya por algunas mujeres que estábamos emparentadas con él.

A.T.: ¿Qué consideras fue lo más importante de ese Congreso Femenino?

O.U.: la consolidación, por primera vez en nuestro país, de un poder femenino. La lucha por el proyecto de ley sobre “Régimen de las capitulaciones matrimoniales” fue encabezada por Clotilde García de Ucrós. Ella irrumpía con su grupo las sesiones del Senado y la Cámara para hacer presión. Yo por ese entonces vivía en Santander y viajé varias veces a Bogotá para asistir a las deliberaciones. El proyecto paso a pesar de toda la oposición. Y en 1932 la Ley 28 otorgó a la mujer derecho sobre sus propios bienes, que hasta ese momento estaban a disposición de su marido. Quiero que cites un aparte de mi libro, Una Voz Insurgente, para que veas cómo fue la oposición de sus enemigos:
“Si mal no recuerdo, una tarde en la Cámara el representante Muñoz Obando dijo, dirigiéndose a nosotras, que ya habíamos perdido la paciencia y nos atrevíamos a vociferar desde las barras, lo siguiente:- A las mujeres les va a pasar con este proyecto lo mismo que al célebre cura de la aldea que predicaba en un viernes santo levantando en su diestra un Cristo de cristal; hablaba el santo padre de las torturas y martirios del Redentor, y en un momento de arrebatada elocuencia abrió la mano lanzando al Cristo, que fue a estrellarse contra los ladrillos del templo causando gran conmoción en los sencillos campesinos, que una vieja le gritó deshecha en llanto: “Pero peor lo ha dejado su paternidad”. Lo mismo que al cura de mi cuento, dijo el orador, las mujeres colombianas están empeñadas en quebrar el cristal que las ampara y defiende; no saben que si este proyecto llegara a ser ley, quedarían a merced de todos los negociantes inescrupulosos, que se apoderarían de su fortuna que es el patrimonio de sus hijos. ¿Qué podrían hacer sin el esposo, gerente de la sociedad conyugal, que es la inteligencia y el brazo fuerte sobre el cual descansa el patrimonio familiar?

-“No queremos tutores…” – le gritábamos desde las barras. “Pero los tendrán con su voluntad o sin ella…” prosiguió el orador enfurecido”.

A.T.: ¿Qué siguió a la victoria de la ley 28 de 1932?

O.U.: La segunda etapa de la lucha feminista en Colombia fue por el derecho a la cultura. En 1933, también bajo Olaya Herrera, se expido el decreto 1972, abriendo las puertas de la universidad a la mujer. Clotilde García de Ucrós y yo logramos el decreto interviniendo directamente ante el presidente. Siempre se ha dicho que bajo Olaya Herrera se realizo la liberación de los últimos esclavos colombianos: las mujeres.
En 1936, bajo el gobierno de Alfonso López Pumarejo, una reforma constitucional dictamino que la mujer colombiana, aunque seguía impedida para ejercer el sufragio, podía desempeñar empleos que llevaran anexa autoridad o jurisdicción, siempre y cuando llenara las condiciones. La elección de Rosita Rojas para uno de los juzgados de la capital produjo conmoción y al estado le entablaron demanda.

A.T.: Tenias ya bastante conocimiento empírico en derecho. ¿No quisiste ingresar a la universidad para obtener tu grado aprovechando el decreto 1972?

O.U.: Yo comprendía muy bien que sin la agitación necesaria, los decretos pasados a favorecer a la mujer fácilmente podían convertirse en letra muerta, si no eran aprovechados al máximo. La oposición seguía siendo virulenta en muchos sectores, incluso entre muchas de las mismas mujeres. Tenían además la obsesión de la igualdad política: sin el voto, a pesar de las otras conquistas, seguíamos siendo ciudadanas de segunda clase. Recorrí entonces el país dictado conferencia, donde me fuera permitido hablar; a veces por las emisoras radiales y otras veces vetada poco antes de salir al aire.

En 1937, Guillermo y yo nos fuimos a vivir a Tunja. Allí con el apoyo de Pompilio Sánchez y su esposa, Anita castro de Sánchez, contrate un espacio en Radio Boyacá.

No puede negarse que Tunja sufrió una violenta sacudida debido a esta iniciativa. Empecé a trasmitir la hora feminista, un espacio de una hora varias veces por semana. La división se agudizo entre las mismas mujeres. Algunas horrorizadas, trataron de contrarrestar mi programa con una hora radial llamada la hora azul, dirigida por Elisa Flórez de Peñuela y Eugenia Camacho de Rodríguez. Estaba dedicada a ensalzar las más modosas virtudes femeninas y a atacar la posición nuestra. Otros opositores fueron más lejos e hicieron prohibir la trasmisión. Pero Pompilio entonces me permitió gerenciar un espacio del cual era titular y así fuera bajo otro nombre, a la larga yo seguía diciendo lo mismo. A pesar de las protestas – o precisamente por ellas, no sé, siempre hemos sido un pueblo dado al sensacionalismo y al aterre - , la emisión era todo un éxito. El ejemplar de Tunja se regó por todo el país. Rosa María Moreno Aguilera e Ilda Carriazo fundaron en Bogotá la Unión Femenina de Colombia.

A.T.: Además de tu lucha por el voto, la labor que desarrollaste por el periodismo colombiano puede tener tanto o más significado histórico. El periodismo independiente ha sido siempre en nuestro país un territorio difícilmente conquistado y sostenido, un triunfo contra toda clase de desigualdades y tribulaciones. Y sin embargo, tu, sin ser una millonaria ni estar en el curubito del poder, fundaste, editaste dirigiste y distribuiste, una revista, “Agitación Femenina”, que apareció mensualmente durante más de dos años, y un periódico durante la dictadura de Rojas. ¿Cómo es la Historia de Agitación Femenina? Comenzando por el nombre mismo, muy pocas revistas de opinión en Colombia han ido tan al grano al emprender una lucha impresa. Hoy muchas se cuidarían de usar la palabra agitación, y supongo que hace 40 años era todavía más escandalosa.

O.U.: A raíz de la aparición de la mujer en público, por así decirlo, desde 1930, y de la actividad permanente de un número de ellas, sentí que el momento era propicio para sacar una publicación de esa índole. Noticias de la emisión radial llegaron hasta la capital. Lucila Rubio de Laverde, bogotana, acababa de encabezar un memorial dirigido al gobierno reclamando el derecho al sufragio y este fue respaldado por la firma de otras mujeres. La Unión Femenina también adhirió y desde Tunja logramos reunir más de 500 firmas en una carta enviada al presidente López Pumarejo. Esta ebullición, redoblo los ataques de la gran prensa. Al principio los hombres les había parecido “una gracia” nuestra batalla, nos decían “traviesas muñecas de salón”, en actitud paternalista y displicente. Ahora comenzaban a sentirse francamente amenazados por el ímpetu que iba cogiendo nuestro movimiento. Calibán, desde su columna “Danza de las Horas” en el periódico El Tiempo no dejaba de atacarnos. Yo había logrado reunir un buen equipo de trabajo a partir de la emisión radial, y con ese equipo funde Agitación Femenina. En Octubre de 1944, apareció el primer número. Era importantísimo tener una publicación periódica, porque no teníamos voz ninguna, ni manera de expresar y dejar constancia de nuestras ideas, y, sobre todo, forma de expresar proyectos. Conseguimos congresistas que presentaron proyectos a favor del voto, pero no teníamos respaldo; necesitábamos un órgano de expresión, una tribuna.

A.T.: Mencionas la oposición que se produjo al movimiento feminista, sobre todo cuando este se consolido y no contento con las demás aperturas, comenzó a reclamar cada vez con más insistencia la participación democrática en el proceso electoral. ¿Qué canales utilizo esta oposición, y por quienes estaba integrada?

O.U.: Bueno. Nosotras tuvimos que lidiar con la oposición de ambos partidos. El Conservatismo era un parido cerrado, como su nombre lo indica: conservar la tradición, conservar el orden vigente, así no fuera el ideal, conservar todo. El Liberalismo tendía más hacia una concepción socialista y socializante del Estado. Era el abanderado que propulsaba los grandes cambios sociales. Menos el del voto femenino. De ese si fue enemigo acérrimo.
Cada partido tenía un argumento que oponer al voto de la mujer. Los liberales aseguraban que si la mujer llegaba a tener el ejercicio del voto, triunfaría la reacción, porque las mujeres éramos esclavas del confesionario. Y los conservadores juraban que si la mujer obtenía el voto, triunfaría el comunismo, porque se sabe que las mujeres somos extremistas. ¡No querían ver a sus hermanas agarradas de los pelos en elecciones!
Recibimos apoyo político de algunos limitados sectores del Partido Liberal de avanzada y del partido comunista. Pero la oposición, inclusive de muy ilustres intelectuales y estadistas fue frenética. Ahora, sigue existiendo esta desobligancia frente las capacidades de la mujer, pero se da en una forma distinta, soterrada, pues atacar a la mujer directamente ya no está bien visto. Personajes tan prestigiosos como Gerardo Molina y Alberto Lleras Camargo; Antonio Rocha y Germán Arciniegas, ambos cuando ocuparon el Ministerio de Educación, combatían, con o sin inteligencia, no importaba mucho los derechos ya adquiridos y ridiculizaban el voto. Germán Arciniegas llego a proponer la creación de universidades femeninas con “cursitos” cortos de enfermería, trabajo social, decoración y nutrición y pidió que la mujer fuera desterrada de carreras como la medicina y el derecho. Apoyaba así sus argumentos: “Los estudiantes no pueden atender dos frentes, el estudiantil y el femenino”. Y, “Las mecanógrafas de Colombia no saben ortografía ni redacción y se impone la necesidad de crear una universidad para prepararlas en tal elementales conocimientos”. Nosotras atacábamos con vehemencia esta posición de maestro Arciniegas desde la revista; 15 años después de adquirido el ingreso a la universidad par la mujer, hubiera sido cavernario que él desde el ministerio pudiera imponer sus ideas tan particulares.

Pero la lucha no fue siempre contra la corriente. No fue una guerra de sexos, y quiero que esto quede muy claro. A pesar de los ataques de los políticos y periodistas de turno – hasta Chapete, el Osuna de entonces, nos hacia caricaturas – el movimiento fue apoyado por hombres tan valiosos como Luis López de Mesa, Jorge Soto de Corral, Augusto Duran y Jorge Eliécer Gaitán. “El Liberal” dio ejemplo de imparcialidad y libertad de prensa, bajo Alberto Galindo, lo mismo que “El Radical” cuyo director era Julio Roberto Salazar Ferro...

2 comentarios:

  1. Admirable la entrevista que realiza la poeta Anabel Torres a la intelectual y líder feminista Ofelia Uribe de Acosta. Aprendí mucho.

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  2. cuando le hicieron esta entrevista?

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