Contra las bases.
En julio de 2009, en un noticiero nacional, el embajador de los Estado Unidos William Brownfield pronunció las siguientes palabras acerca de las nuevas bases militares norteamericanas en Colombia: “No existe ninguna amenaza en lo que se refiere a las bases militares, absolutamente cero, ¿entienden lo que es cero? Cero es un número entre el uno y el… el uno y… el uno y el menos uno”. En el titubeo de Brownfield para explicar a los neocolonizados el “cero”, se pone de manifiesto, no precisamente la ineptitud matemática del embajador, sino lo difícil que es hacerle comprender al pueblo colombiano el significado de dicho número. Especialmente cuando éste ha sido utilizado repetidamente por los estadounidenses para explicarnos que sus intervenciones en nuestro país no representan ningún tipo de amenaza.
Seguramente, en la época de la “United Fruit Company” el gerente de este enclave le decía a los trabajadores colombianos que el daño que dicha empresa ocasionaría a nuestra economía sería absolutamente “cero”, tal como años después sigue sosteniendo la “Chiquita Brands” que el número de violaciones a los derechos humanos cometidas por su multinacional se reduce a “cero”. “Cero” es también la cantidad de aviones y técnicos de inteligencia gringos que conviven desde hace ya unos años en las bases de Tres Esquinas, Larandia y Villavicencio en el Caquetá y el Meta y “cero” son las intervenciones directas de los Sin embargo, mientras los colombianos creemos en el “cero” de los estadounidenses y las élites criollas, los pueblos y gobiernos vecinos –lejos del control ideológico que genera la seguridad democrática colombiana combinada con las cajitas felices de McDonalds– han reaccionado categóricamente en contra las bases militares gringas en nuestro país. Desde Venezuela se dice, con justa razón, que Colombia se está convirtiendo en el “Israel de Latinoamérica” mientras que en Ecuador se acaba la base de Manta y en Bolivia se va al Mercosur para rechazar sin ambages la intervención estadounidense. Por eso, para vaciar de significado el “cero” de los gringos y de la oligarquía colombiana, hay que decirlo con claridad: lo que los gringos llaman cero es un número que entre el uno y el menos uno recoge un plan geoestratégico para controlar la región, violar la soberanía de los pueblos, apoderarse de los recursos y los territorios colombianos y avanzar hacia el dominio de la Amazonía.estadounidenses en el Plan Colombia, después Plan Patriota.
Ahora, casi a 200 años de celebrar nuestra incompleta independencia, los estadounidenses junto con el gobierno mafioso de turno –funcional como nunca a la oligarquía de siempre– nos dicen con tartamudeos fingidamente graciosos que las tres bases áreas en Apiay, Malambo y Palanquero y las dos navales en Málaga y Cartagena no representan ningún peligro para nuestra vida, para nuestra soberanía, para nuestra permanencia en el territorio. Así, el canciller colombiano Jaime Bermúdez explica que las bases son parte de “una cooperación eficaz sin perder la soberanía” y que su único uso es “enfrentar el terrorismo y el narcotráfico”. El gobierno, recurriendo también al “cero” –pero esta vez sin necesidad de tartamudear como los gringos– aprovecha el fanatismo patriótico que generan los conciertos masivos del 20 de julio para convencer al pueblo colombiano que la invasión gringa es absolutamente nula.
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